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El puto 2019 (Parte I)

Esto podría haber sido un hilo de twitter, pero aquí tengo más hueco para ponerme intenso.

Tenemos esta manía de echarle la culpa a un número si nos ha ido bien o nos ha ido mal. Estaréis cansados de leer cosas como «a ver si se acaba ya el puto 2019» o «el 2019 ha sido mi año». ¿Qué culpa tendrá de nuestras mierdas el pobre 2019?

Mi pobre puto 2019 empezó conmigo en la más absoluta de las mierdas. Pero el 2019 no tenía la culpa.

#FuckThisShitImOut

La culpa la tenía mi curro, y ya llevaba casi 8 años en ese tugurio multinacional. ¿Por qué no me largué antes? Por idiota, para resumir. Te piden paciencia, te prometen mejoras que nunca llegan, te ponen en situaciones absurdas que… simplemente, no compilan en una mente racional.

Un par de hilos de twitter (fijaos que uno empezó en 2018), y sobre todo vuestro cachondeo general, sirvió de desahogo durante muuuuuuuuuuchos días y semanas. Gracias por aguantarme las turras, de corazón. Aunque dicen que mi manera de contar las penas es realmente hilarante.

Pero las cosas seguían empeorando. No era solo yo, era todo mi equipo. La peña lo estaba pasando mal. Los que tenían más suerte, se largaban. O se largaban sin suerte, aceptando cualquier trabajo de mierda que no fuera éste. Yo seguía con mis turras (con todos los detalles, por si os pica la curiosidad y/o no lo leísteis en su día):

Esta hez laboral me afectaba de tal manera al ánimo y a la salud, que ya me habían recomendado hasta ir al psicólogo. No tengo nada en contra de la psicología, pero no he dado nunca el paso de ir a que me hurguen en el cerebro ni una sola vez.

Hubo gente en twitter que intentó echarme una mano en lo de cambiar de curro. Gente que intercedió por mí ante sus jefes y hasta quedé ‘finalista’ en una entrevista. Lo consideré una especie de última oportunidad antes de dejar mi vocación, de lo hartísimo que estaba. Volvieron la ilusión y las ganas, porque aquello pintaba genial. Casi casi lo tenía, pero no llegó. Ahora me alegro (muchísimo) de que no me dieran el puesto, pero por aquél entonces… me hundió mucho más en la mierda.

Lo peor de aquello fue que mi estado mental y mis ansias acabó perjudicando a quien me estaba ‘ayudando desde dentro’ (le cayó una bronca por usar la información que me daba para pregutar por el estado de mi candidatura). No estuve fino y no serán suficientes nunca las disculpas que le pedí.

Estaba dispuesto a dejarlo. A dedicarme a cualquier otra cosa. Pero claro, ¿qué otra cosa me daría a mí la estabilidad necesaria para mantener mi alquiler y pagar mis facturas? Tuve varios ofrecimientos de freelance, pero me acojonaba pensar que no sería suficiente.

Sad wolf
Sad wolf is sad

#AlquilerHorrorStory

Otra cosa que me tenía bien jodido era el inminente fin de mi contrato de alquiler y la que se me venía encima. Como algunos sabéis, un fondo buitre (Fidere, perteneciente a Black Stone) compró un montonazo de pisos de mi bloque mientras los teníamos alquilados a la empresa que se los vendió.

Básicamente, me ofrecían continuar en mi piso con un nuevo contrato. Abusivo, pero legal. Subida escandalosa de precio además de hacerme cargo de tooooooodos los gastos que el piso ocasionara: impuestos, derramas de la comunidad… una locura.

De nuevo, otro hilo de twitter me sirvió de desahogo:

Al final no quedó más remedio que firmar ese nuevo contrato, aprovechando un huequecito abusivo que se pudo usar en su contra para no tener que respetar ninguna permanencia, y pensando en dejar ese piso en cuanto surgiera la más mínima oportunidad.

También tengo que agradecer a gente de Twitter que me intentara echar una mano en este tema. Tuve ofrecimientos que se escapaban un poco de mi presupuesto, pero se agradecieron igual.

Angry wolf
Angry wolf is angry

#LaFamilia

A un señor que en su día lo hizo todo lo mal que pudo y que viene siendo mi viejo, le dio por resurgir este verano después de años sin mediar palabra. Casualmente, cuando la vida que eligió llevar le terminó saliendo rana y se quedó más solo que la una. Y tampoco es que mediara palabra, el tío mandó a un emisario ‘pa ver si’. Me tocó lidiar con la movida de tal manera que también me quedé un poco jodido. No voy a airear los trapos sucios de mi familia por aquí, ofcórs, pero lo zanjé con un «conmigo no cuentes».

Shocked wolf is shocked

#NazisSexysEnTuZona

Trillones de ultraderechistas saliendo del armario. Metiéndose en las instituciones. Ganando en sitios. Amenazando con cargarse sin miramientos cualquier cosa que huela a justicia social. Banderas en los balcones. Banderas en los retrovisores de los coches. Banderas en muñecas. Banderas en cinturones. Banderas con pollos. Autobuses llenos de mierda por dentro y por fuera paseándose por las calles de las ciudades. Mala gente culpando de todo a buena gente, y gente profundamente idiota creyéndoselo.

Vuelta al medievo. Los inmigrantes quitándonos el trabajo. Las feminazis oprimiendo al macho con denuncias falsas. Maricones amenazando el modelo de familia tradicional. Niñas calientapollas que se tiran a cinco chavales en un portal y que luego se arrepienten y denuncian violación.

Vergüenza. Asco. Tristeza. Involución.

Y ahí seguimos.

Sick wolf
Sick wolf is sick

#SaPeñitaWapah

Cuánta gente jodida a nuestro alrededor, ¿eh? He conseguido ayudar a algunas personas a salir de su mierda, y eso me llena muchísimo. Pero he fracasado estrepitosamente en algunos casos, y no veáis cómo jode. Esa gente con quien tanto has compartido en los últimos meses y que irá saliendo de los primeros puestos en la lista de chats para perderse en ese limbo de gente con la que ya apenas hablas. O no hablas en absoluto.

Me quedo con los buenos momentos y con los malos momentos que he conseguido evitar. Me quedo con lo mucho o poco que haya podido conseguir animar a estas personas y las muchas o pocas tonterías que haya conseguido sacarles de la cabeza. Y ojalá os vaya guay, que os lo merecéis.

Tired wolf
Tired wolf is tired

Me está quedando muy triste esto, ¿no?

¿Y lo bueno?

NI MACHISMO NI FEMINISMO

Voy a contaros una historia curiosa que se sale de la temática general del blog (con vuestro permiso). Una historia de esas que ahora está de moda poner en «hilos» de Twitter. Cosa que odio profundamente. Los «hilos» de Twitter, digo.

EN FIN, la historia que vais a leer es real 100%, no como todas esas mierdas que leéis a diario por internet. Es triste que haya que matizar que el texto es real, pero en fin… la información estos días.

Robert

Hace ya algún tiempo, me convencieron para desempolvar mis viejos patines y darnos un rulo por Madrid Río con una buena amiga. Yo llevaba muchos años sin patinar y había perdido práctica. El hostión estaba prácticamente asegurado, pero aún así… qué demonios. Allí nos plantamos, me puse mis patines, empecé como pude y bueno, más o menos patiné algún kilómetro que otro con esta chica.

Pero entre que yo era un paquete patinando, y que ella estaba aprendiendo, nos emocionamos mucho en una cuesta abajo y yo estuve a punto de matarme (conseguí no caerme), pero ella no tuvo la misma suerte. No consiguió controlar el equilibrio y terminó por los suelos. No parecía nada grave, así que la levantamos y la sentamos en un banquito.

-¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-Nada, has perdido el equilibrio en la cuesta abajo, yo casi me mato también. No tienes más que rasguños en el codo y en las manos, tranquila. No parece nada grave. ¿Te duele la cabeza o algo?
-No, no me duele nada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-… er… has perdido el equilibrio cuesta abajo. ¿Estás bien?
-Sí. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-… what the fuuuuck!?

Yo pensaba que esto de las pérdidas de memoria eran cosas de las pelis, pero en aquél momento se me pusieron de corbata. Aproximadamente cada 40 segundos, esta chica preguntaba lo mismo una y otra vez. Se le olvidaba todo lo que había pasado desde la caída.

La acercamos ipso-puto-facto a la clínica más cercana, a Urgencias. La espera se me hizo larguísima porque seguía preguntando lo mismo cada 40 segundos y yo no sabía cómo manejar la situación más allá de responderle lo mismo una y otra vez. Cuando entramos, le curaron las heridas, le hicieron un par de pruebas chorras y «pa casa, que esto es normal, en un rato se le pasa, es del shock del susto de haberse caído».

Eso sí, nos advirtieron que, a pesar de no tener golpes notables en la cabeza, si le entraba mucho sueño o le dolía la cabeza, al hospital urgentemente. MUCHAS GRACIAS, DOCTOR, ME DEJA USTED MÁS TRANQUILO.

Nos sentamos en una terracita cercana a tomar algo, pero la cosa no mejoraba. Incluso grabé un vídeo para que ella misma se viera preguntando lo mismo cada 40 segundos cuando se le pasara la movida. Aún hoy, lo miro y sigo flipando. Pasaba el tiempo y no mejoraba, así que fuimos a mi casa para que descansara un rato.

Ya en casa le expliqué que estaba en bucle, que parecía que por el susto de la caída tenía un shock y que preguntaba lo mismo todo el rato. Pero no mejoraba. Se le olvidaba y volvía a preguntar. Y empezó a dolerle la cabeza, así que salimos corriendo al hospital (el Gregorio Marañón, creo recordar). Y aquí es donde viene la parte de la historia que me impulsó a escribir sobre el tema.

Después de la interminable espera de rigor en la que no conseguí contactar con ningún familiar, nos llamaron para entrar a la consulta. Imaginaos la escena: una chica joven y guapa con un par de vendajes en los brazos y en las manos que no sabe decir lo que le pasa (porque no se acuerda) y un maromo con pinta de bestia (yo), camiseta sin mangas, tatuaje macarra… explicando todo el tema. Recuerdo que el médico (un chaval joven) me miraba con cara de «pero qué me estás contando» y llamó a un par de enfermeras para endurecer un poco el cuestionario. Yo tardé un poco en darme cuenta de que no me estaban creyendo y que lo más probable era que pensaban que yo era un maltratador que no estaba dejando hablar a la chavala. Fue un momento realmente incómodo.

-¿Me puedes contar otra vez lo que ha pasado?
-Sí, mira, estábamos patinando…
-¿Te importa dejar que ella lo cuente?
-Er… claro, pero es que no recuerda nada. De hecho, por eso estamos aquí.
-No importa, que lo explique ella.

Y claro, ella me miraba a mí, luego miraba al médico y a las enfermeras y después agachaba la cabeza. El personal sanitario cada vez me miraba peor. Yo les enseñé los papeles de la primera clínica a la que fuimos, junto al Madrid Río. Lástima que me dejé los patines en casa, para habérselos enseñado también. Pero no les ablandó el semblante, me sentí real e injustamente acusado. Ya sabiendo de qué iba el rollo, les expliqué que no tenía problema en salir y dejarles a solas con ella para que le volvieran a preguntar. Más que nada porque aquello se estaba extendiendo más de lo que me hubiera gustado, pero ya no por mí, sino porque la pobre estaba en su espiral interminable de confusión y yo estaba aterrorizado por no saber si era algo temporal o permanente.

El caso es que me quedé ahí mientras que apareció un biombo que nos separaba físicamente. Le hicieron algunas pruebas a metro y medio escaso de mí con aquella tela blanca de por medio. De vez en cuando, una enfermera se asomaba, miraba hacia donde estaba yo y me ponía cara de «ya te vale, hijo de puta».

Pasó el tiempo y al final resultó que SÍ se había dado un golpe en la cabeza. Pero se lo dio justo donde tenía el pelo recogido con una goma, y por eso no había herida o chichón evidente. Por suerte lo detectaron e hicieron las pruebas correspondientes. Realmente no era grave, no había ningún tipo de herida interna ni externa, solo una pequeña conmoción.

Cuando salimos, conseguí contactar con su madre que se pasó a recogerla. Le conté toda la historia y las dos se quedaron tranquilas. Unos días después, le pasé el vídeo que había grabado y flipó muy fuerte.

Gracias a $deity, la cosa quedó en un sustazo y una anécdota que contar. Lo que quiero hacer notar con toda esta historia es que sí, yo me sentí atacado. Me confundieron con un maltratador, o un violador, o yo qué sé. Pero creo que eso no es lo importante.

Cuando cuento la historia, muchos machos se indignan diciendo que por qué tengo que quedar yo como un maltratador encima de que le estoy haciendo el favor de llevarla yo al hospital y cosas así. Que si las denuncias falsas, que si lo malas que son algunas mujeres, que si pagamos justos por pecadores.

Yo, sin embargo, lo comprendo. Y, de hecho, me alegro de que el personal médico desconfíe así en estos casos. Lo que tiene que haber visto esa gente para haber dado por hecho en aquél momento lo que dieron por hecho. Mi pequeña «indignación» dio paso al asco más absoluto al darme cuenta de aquella realidad tan jodida.

Stitch

Cuántas mujeres maltratadas pasarán por urgencias sin que les dejen mediar palabra sus novios/maridos o lo que sea. Ojalá la justicia fuera tan empática como aquél médico y aquellas enfermeras. Ojalá, en definitiva, no se hubiera tenido que llegar a esto.