Entiendo y comparto la intención y el trasfondo del humor, pero generalizar está feo y no todos los lobos somos malos ;) Solo deciros que este 20N, como ya sabéis, tenemos todos la responsabilidad de intentar cambiar las cosas. Y las cosas no cambian si seguimos votando a los gañanes de siempre que nos han sumido en la mierda más putrefacta. ¡Partidos alternativos for the win!
Todo empezó un magnífico #15M. A unos cuantos se les habían hinchado las pelotas, y unos cuantos miles más dijeron: «pos si, oiga, igual viene siendo hora de hacer algo, aunque sea ruido«.
Se organizaron, se propusieron cosas, se acampó y uno se sentía orgulloso de ser español. O de pertenecer a esta sociedad, llamadlo como queráis. Yo mismo, sin ir más lejos, «celebré» mi cumpleaños en Sol, junto a otras ypicomil personas. Nunca había venido tanta gente a mi cumple, jajajejijoju.
Toda aquella gente, todo aquél buen rollo, todo aquél buen comportamiento, nos dio a unos cuantos unas tremendas esperanzas de que algo cambiaría. Aunque hubo que explicar muchas veces que el #nolesvotes no significaba «no votes a nadie», sino «no votes a los de siempre, GAÑÁN», había esperanza. Queríamos cambio.
Pero llegaron las elecciones, y con ellas la gran decepción. ¿Es que nadie había entendido nada? ¿Por qué, después de tanto jaleo, volvía a pasar lo mismo de nuevo? Voto de castigo al partido en el poder, por tanto, voto masivo a la oposición, y mínimo despunte de los partidos «nuevos y con frescas propuestas». Lamentable, triste, decepcionante, deprimente y cabreante.
Ese fue el momento en el que para mi, el movimiento #15M como lo conocía dejó de tener sentido. Me refiero a la acampada de Sol. Empezaron a llegar noticias absurdas. Asambleas sobre asuntos que no tenían nada que ver, huertos en fuentes públicas, y diarreas mentales que me hacían, sinceramente, sentir cierta vergüenza de haber tomado parte de todo aquello.
Al principio, ya os digo, todo era pacífico. Superflogüerpogüer. Los medios de comunicación habituales evitaban hablar de ello, y eran las redes sociales las que se hacían eco del más mínimo detalle que pudiera acontecer entre tantos miles de personas. Y después de las elecciones, mientras se mantenía la acampada, fue cuando a mi entender surgió la chispa del mal que me ha llevado a escribir este maldito post.
Se llevaba la tolerancia como estandarte, pero en las asambleas se decían cosas como «Vamos a hablar del aborto de la gallina. El que no esté de acuerdo, que se largue ahora» (dramatización para poner un ejemplo). En las redes sociales, se insultaba o despreciaba a todo aquél que estaba en contra del fenómeno o del movimiento. En las calles, se provocaba a la policía, se buscaba la polémica y llamar la atención de otra forma que no era la originalmente planeada. Podíamos verlo en directo, la gente hacía streaming con sus móviles. Se pasaba de «¡POLICÍAS, ASESINOS, HIJOS DE PUTA!» a «¡CABRONES, NO LES PEGUÉIS, HIJOS DE PUTA!». A todos esos provocadores, con cariño:
Admito que en el pasado, yo también criticaba a la policía de grati. Es facilísimo descargar tu ira y tu ignorancia ante un colectivo que, por otra parte, está ahí para servirnos, para cumplir órdenes, para velar por el orden y todas esas cosas. Pero para lo que no están es para que se les provoque y se les insulte. Vale que lo tendrán que aguantar y que no podrán actuar hasta que se les dé la consabida «orden de arriba», pero son gente como vosotros y como yo, y creedme que ni vosotros ni yo aguantaríamos ni a un tonto llamándonos «hijo de puta» a la cara durante más de 30 segundos. Corregidme si me equivoco. Además, deberíais enteraros de sus condiciones de trabajo, que no son tan buenas como cabría esperar.
También hay tontos DENTRO de la policía. Eso es obvio, tontos hay en todos lados. Sin ir más lejos, estos días estamos viendo un documento protagonizado y sufrido por una chica y por @duendecolorao. Podéis informaros de primera mano en su blog. Resumiendo: una chica va tentando su suerte insultando a la policía desde la otra acera, hasta que el ‘cabecilla’ decide que es hora de cruzar dos cosas. La calle, y la cara de la chica de un bofetón. No estoy justificando ni a la chica por insultar, ni al policía por pegar, ojo. Considero que, gravedad aparte, ambas cosas son una barbaridad. Pero el fotógrafo que estaba allí «solo por informar«, recibe una paliza en unos segundos que se le debieron hacer eternos. Solo porque a un señor tonto que desgraciadamente llevaba uniforme, se le cruzaron (también) los cables.
Pero me estoy desviando. Yo a lo que iba, es al comportamiento que estamos teniendo en lo que a tolerancia se refiere, y sobre todo en las redes sociales. Se nos ha juntado el #15M con las #JMJ y todos los demás hashtags que queráis poner que conlleven cierto movimiento social. La visita de Benedicto Equis Uve Palito ya ha terminado de desatar los odios y los comportamientos más abyectos posibles. Luego ya llegó el Barça-Madrid para aderezar el tema también.
…
A lo que voy es, queridos amigüitos todos, queridos twiteadores, blogueadores, facebookeadores, tuentiadores y guguelpluseadores: hemos perdido el respeto a los que no piensan como nosotros. Ya me lo decía @rbarmel, que todo en el #15M era buen rollo, pero «Si no piensas como ellos, no les molas», decía. Y no le faltaba razón .
Es posible que incluso yo mismo haya metido la gamba alguna vez. Estamos en un país donde el insulto sale mucho antes y mucho más fácilmente que el pensamiento. No nos paramos a pensar a quién estamos jodiendo antes de soltar nuestra frase estrella en twitter (por ejemplo) para imaginarnos a nosotros mismos siendo aclamados y aplaudidos por una virtual legión de followers / fans /groupies a los que -admitámoslo- les importamos bien poco en general.
Es muy, muy reconfortante, hablar con alguien de ideas contrarias a las tuyas e intentar acercar posturas. Lo fácil, claro, es decir en twitter cosas como (nueva dramatización) «A los que os gusta el rosa sois tontos del culo» porque a nosotros no nos gusta el rosa. ¿Habéis tenido cuidado de preguntar a vuestras amistades más cercanas si a alguien le gusta el rosa? ¿Y si al 90% de vuestra virtual legión de seguidores le gusta el rosa? ¡O al 1%! Efectivamente, estamos metiendo la ciberpata.
Hace bien poco, unfolloweé (con perdón) a un twitero al que no soportaba más. Era apenas un niño, pero se creía en poder de la verdad universal, y se permitía el lujo de llamar «ignorante» a un colectivo cualquiera mientras aderezaba sus twits con unas faltas de ortografía de las de sacarte los ojos con una cuchara. Ya había intentado dialogar con él y decirle que no se podía ir así por la vida, tan sobradete. Sin problemas, un tío al que no conoces, que te saca de quicio diciendo chorradas, pues la solución es fácil. Lo que viene siendo #atomarporculo.
Pero, oh amiguitos, ¿qué pasa cuando el que ha metido la pata -incluso en repetidas ocasiones- es alguien de tu círculo más cercano? Muchos dicen «si no te gusta lo que escribo, no me sigas» (puto @Figurin1977), pero no es tan fácil.
Mirad, yo puedo estar absolutamente en contra de la financiación pública de la visita de Benedicto Equis Uve Palito -que algo habrá, aunque digan que no-, e incluso estar en contra del corte al tráfico de algunas de las arterias más importantes de Madrid, y expresarlo así en cualquier medio que me apetezca. Pero lo que no puedo… debo hacer es ofender a todo un colectivo. No puedo decir que los cristianos son tontos, o que los católicos son subnormales. ¡Aunque lo pensara! Porque ya estoy faltando al respeto incluso a gente cercana.
Puedo pensar que la religión es solo un instrumento de control para las masas, o ver más lógica la teoría evolucionista que la creacionista. No siempre ha sido así, pues yo hice la comunión e iba a misa como un bendito. Puedo recitarla de principio a fin, de hecho, aún me acuerdo. Pero cuando tuve uso de razón, comprendí que aquello para mi no tenía lógica, y que no necesito pensar en deidades o vidas después de la muerte para «ser bueno».
Puedo incluso desearle a ZP un dolor de huevos que cuanto más se queje más le duela, o pensar que Rajoy es un teleñeco venido a menos. Pero ¿por eso tengo que decir cosas como «los putos rojos están jodiendo el país» o «los putos fachas van a terminar de joder el país cuando ganen»? No, ¿no? ¿A que está feo? Porque habrá gente a la que le afecte ese comentario hasta el punto de provocarles el temido pensamiento: «¡ESTE ES TONTO!».
Bien, pues ESO es lo que conseguimos siendo tan radicales. Estampamos nuestro tuit que a priori consideramos lapidario para esa chusma que no piensa como nosotros, y a la vez super-hilarante para nuestra virtual legión de fans. Pero no nos hemos dado cuenta de que en nuestra virtual legión de fans hay chusma que no piensa como nosotros. Hasta que es demasiado tarde. Llegan los unfollows, los enfados y los «¡ESTE ES TONTO!» temidos. Uno pierde credibilidad y puntos de carisma. Nuestro tuit estrella del día ha resultado ser una cagada.
Un ejemplo práctico:
¿No es más bonito tratar un tema con humor y hacer una crítica mordaz de ello en vez de cagarnos en todos los santos del cielo? Voy a tomar como referencia un tuit de un ilustre tuiteador (ahem)
En este tuit, ese ilustre tuiteador está haciendo una crítica al coñazo que han dado los JMJ’s pero sin insultar a nadie. Lo de llamarlos «papaflautas» también es humor, como sabéis, en contrapartida a los llamados «perroflautas del 15M». ¿No es genial? XD
Miren estos otros tuits sin embargo:
¿A que no es lo mismo? ¿A que criticar así deja de ser divertido? ¿A que probablemente estas personas han ofendido gravemente a gente cercana? Pues eso.
No seáis radicales. No caigáis en el insulto fácil. No seáis ese gañán de las redes sociales que busca notoriedad a base de insultos. No intentéis convencer a nadie de que vuestras ideas son mejores que las suyas. No os burléis de opiniones personales. No uséis opiniones personales para burlaros de colectivos. Se puede ser super-activista de tus ideas mientras respetas a los que no las compartes. De hecho, así tiene mucho más mérito. Y si no, echad un ojo al Twitter de @SoyFroda. Una mujer comprometidísima con su causa, que ha aumentado su legión de followers por docenas, que ha participado en todo lo que ha podido y que no piensa rendirse. A ver si véis algún tuit suyo faltando al respeto seriamente a alguien. Algún palabrostio tiene, pero siempre en contextos humorísticos.
Es cierto que los niveles de indignación están llegando a límites insospechados en este país, pero carajotes, los estamos enfocando hacia el objetivo equivocado. No me seáis gañanes.