Epson EcoTank

Ahora que tenemos impresoras láser tan asequibles para el mercado doméstico y laboral, Epson ha decidido darle una vuelta de tuerca al mercado de las multifunción de inyección de tinta a color con la serie EcoTank. La principal característica de estas impresoras es librar al usuario final de la compra y cambio de cartuchos. En lugar de este sistema, utiliza unos depósitos que el propio usuario rellena con botellas de tinta (con muchísima más capacidad que un cartucho al uso) y que la propia impresora se encarga de ir llevando a los cabezales según lo va necesitando.

Me enviaron una unidad de prueba del modelo destinado al usuario doméstico (la Epson ET-2250), valorada en algo más de 300€ (actualmente podemos encontrarla por algo menos 270€ en Amazon) y os voy a contar cómo fueron las pruebas.

La típica caja de impresora
La típica caja de impresora

Al abrir la caja, donde solemos encontrar los cartuchitos de tinta, encontramos cuatro botes de considerable tamaño con las tintas de cuatro colores que comprondrán nuestras impresiones:

¡EL UNBOXING!

Uno de los papeles nos avisa de que el nuevo sistema de rellenado de tinta requiere de cierta intervención del usuario para ir viendo cómo van los niveles. Tiene sentido.

Epson ET-2250
Nosotros te avisamos, pero ve echando un ojo de vez en cuando.

Y aquí tenemos la impresora en cuestión. Lo que más llama la atención es esa protuberancia a la derecha. Efectivamente, son los depósitos de tinta que procederemos a rellenar según las instrucciones:

La Epson ET-2250 en todo su esplendor.
La Epson ET-2250 en todo su esplendor.
Detalle de los depósitos.
Detalle de los depósitos.

Aunque la impresora trae la característica de conexión por WiFi, no hubiera estado de más que hubiera traído también el cable USB para conectarla al ordenador. Pero ¿cuántas veces hemos comprado una impresora y venía sin el dichoso cablecito? Esto debe ser como aquellas líneas aéreas que redujeron costes quitándole una aceituna del aperitivo a cada pasajero. EN FIN, busco un cable USB y procedemos a la instalación del software.

¿Llenar tu PC de software que no usarás ni una vez? ¡Claro, por qué no!
¿Llenar tu PC de software que no usarás ni una vez? ¡Claro, por qué no!

Y aquí, personalmente, es donde empiezo a ver aspectos mejorables. El software de Epson en 2016 parece el software de Epson en 1995. El proceso de instalación, aparte de ir copiando el software correspondiente, te va guiando en los pasos a tracción animal que debes ir llevando a cabo para dejar la impresora lista de papeles (y nunca mejor dicho).

Esto te va a doler más a ti que a nosotros. Please, wait.

Mientras el software de Epson va invadiendo nuestro sistema, pasamos al crítico momento de rellenar los depósitos con la tinta facilitada. Aquí hay un pequeño momento #Mindfuck, porque te dicen que rellenes hasta la marca del depósito, pero que no dejes el bote a medias. Y al principio parece que no puedes gastar todo el bote sin pasarte de la marca, pero sí: se puede. No os dejéis engañar por la tinta residual que queda en las paredes del bote, que da justito para no pasarse demasiado.

Los botes llevan un taponcito de plástico que podemos romper con los dedos (y luego sirve para volver a tapar el bote si le damos la vuelta). Tened a mano una servilletita o un trapo, que este proceso quizá no sea todo lo limpio que fuera deseable.

Como no soy racista, empiezo por el negro.
Como no soy racista, empiezo por el negro.

Los depósitos van tapados a presión con un tapón de goma que encaja sin mucha dificultad, pero me pregunto si no hubiera sido más seguro ponerles algún tipo de rosca. En fin, vamos rellenando los depósitos con los cuatro colores:

Os aseguro que tuve mucho cuidado, no soy tan torpe.
Os aseguro que tuve mucho cuidado, no soy tan torpe.
El negro, ya vacío, amenazando con manchar todo lo que se le acerque.
El negro, ya vacío, amenazando con manchar todo lo que se le acerque.

Una vez hemos terminado de exprimir los botes al máximo (ni que decir tiene que como nos equivoquemos de color la habremos liado pardísima), veremos que tenemos nuestros cuatro depósitos llenitos hasta la marca del máximo y un pelín más. No os preocupéis, que todavía nos queda el proceso en el que la impresora se «lleva» la tinta a los inyectores.

Locked and loaded!
Locked and loaded!

Cuando hayamos confirmado al programa de instalación que ya tenemos los cuatro depósitos cargados, nos pedirá que pulsemos un botón físico en la impresora para comenzar el proceso que os decía:

Iniciar trasvase Tajo-Segura.
Iniciar trasvase Tajo-Segura.

Aprovechamos esos 20 minutitos que nos dice que va a tardar el proceso para sumergirnos en disolvente y quitarnos las manchas de tinta que se nos hayan podido quedar en las manos.

¡Basta de manchas!
¡Basta de manchas!

Una vez hemos vuelto de nuestro baño en disolvente, vemos que el proceso de carga de tinta sigue ahí. Y dura. Y dura. Y dura más de lo que A LO MEJOR sería deseable, pero tampoco nos pongamos quisquillosos…

Epson PLS
Epson PLS

El esqueleto es una dramatización, claro (autor: Wayne en DeviantArt). Podemos contemplar el proceso tanto en la pantallad e instalación de software como en la pantallita LCD de la impresora:

Estamos trabajando en ello
[Voz de Aznar] Estamos trabajando en ello [/Aznar]

Con un par de fiestas de cumpleaños más por medio, el software habrá terminado su instalación y veremos el mítico monitor de estado de las impresoras Epson (el que os decía de 1995). Esta parte del software está pidiendo a gritos una modernización a toda costa:

Ye olde Epson monitor
Ye olde Epson monitor

Y como todo buen software de impresión que se precie, nos dará la opción de imprimir una página de prueba para ver si todo está correcto. ¡Cómo resistirse! Es un fetiche que tengo, las páginas de prueba de impresión. Llamadme raro.

Success!
Success!

Aquí ya podemos ver que la calidad del texto es correcta, sin distorsiones evidentes, pero demasiado lejos de la calidad que puede darte una impresora láser de 80€. Pero bueno, ¡solo es la página de prueba! Vamos a darle caña.

Conecto la impresora a la WiFi del curro para probar el AirPrint desde el iPhone (un proceso muy fácil, la verdad), y empiezo a imprimir algunas fotos y/o chorraditas que tengo en el carrete. Empezamos con una foto que le hice a la escultura de Pablo Serrano (curiosamente, en la calle Serrano de Madrid) titulada «La fuente y el río»:

La escultura de Serrano en Serrano. Serranoception.
La escultura de Serrano en Serrano. Serranoception.

La velocidad de impresión es bastante buena, y tarda muy poco en empezar a imprimir desde que le doy la orden desde el iPhone. El resultado (en papel normal de fotocopiadora) parece digno.

Primer test OK
Primer test OK

PERO si nos acercamos un poco a la imagen, veremos que hay cantidad de ruido para componer los colores y que los bordes no quedan demasiado bien definidos.

¿¡QUÉ DECÍS!? ¡NO PUEDO OIROS CON TODO ESTE RUIDO!
¿¡QUÉ DECÍS!? ¡NO PUEDO OIROS CON TODO ESTE RUIDO!

Decido que tengo que investigar un poco más ese ruido en los colores y comprobar qué tal se lleva con los degradados suaves. Para ello, tiro de archivo y localizo una foto que hice en una piscina. Veamos:

Mirad todo ese cielo.
Mirad todo ese cielo.

Acerquémonos un poco…

¿Ruido? ¿OVNIs? Inquietante, qué duda cabe.
¿Ruido? ¿OVNIs? Inquietante, qué duda cabe.

Dos pruebas más: una foto con detalles minúsculos (edificios en la distancia) y una de las mejores fotos de la historia (Tuco, el perro de @el_fa haciendo un «Here’s Johhny!» de manual:

Un cachito de Madrid
Un cachito de Madrid
EL RESPLANDOG
EL RESPLANDOG

Los resultados, como hasta ahora. De lejos, guay. De cerca, demasiado ruido y difuminación de bordes.

GROAR
GROAR

Y para ser justos, vamos a tirar un par de pruebas más. Una de texto normal, y otra unos planos hechos en CAD. Ya que nos ponemos, no nos cuesta nada:

Correcto.
Correcto.
No estoy planeando robar un banco ni nada, tranquilos.
No estoy planeando robar un banco ni nada, tranquilos.

Como os decía, correcto con el texto. Podría estar más definido. En el plano, las fuentes pequeñitas sufren bastante distorsión, aunque el conjunto en general queda bastante decente si no se requiere la precisión nanométrica de un plotter profesional. Que tampoco creo que sea el caso, no me vengáis ahora de expertos en todo >: )

Valoración del producto.

Basándonos en el concepto de «adiós cartuchos para siempre» y prometiendo como promete Epson que con una sola carga tendrás tinta para dos años, la idea es francamente buena. Un pequeño comercio o un particular no demasiado exigente con la calidad de impresión encontrará en este modelo una solución muy completa y con un coste de mantemiento muy bajo en el tiempo, a pesar del desembolso inicial. Además, al ser multifunción, tenemos una pequeña fotocopiadora en monocromo o en color y un escaner bastante apañao. La velocidad de impresión es muy buena, y la opción de tenerla conectada por WiFi nos da la posibilidad de liberar espacio en las cercanías de nuestros escritorios.

Para usuarios y necesidades más exigentes, se queda realmente corta. Podría sacrificarse un poco de velocidad de impresión para dar más calidad, y un alimentador para el escaner (como su hermana mayor, la Epson ET-4550, por algo más de 450€ en Amazon) hubiera sido todo un acierto. Pero claro, quizá para eso existe su hermana mayor.

Definitivamente recomendable para el usuario medio harto del cambio de cartuchos y al que no le tiemble mucho el pulso para no ponerse perdido de tinta a la hora de rellenar los depósitos.

NI MACHISMO NI FEMINISMO

Voy a contaros una historia curiosa que se sale de la temática general del blog (con vuestro permiso). Una historia de esas que ahora está de moda poner en «hilos» de Twitter. Cosa que odio profundamente. Los «hilos» de Twitter, digo.

EN FIN, la historia que vais a leer es real 100%, no como todas esas mierdas que leéis a diario por internet. Es triste que haya que matizar que el texto es real, pero en fin… la información estos días.

Robert

Hace ya algún tiempo, me convencieron para desempolvar mis viejos patines y darnos un rulo por Madrid Río con una buena amiga. Yo llevaba muchos años sin patinar y había perdido práctica. El hostión estaba prácticamente asegurado, pero aún así… qué demonios. Allí nos plantamos, me puse mis patines, empecé como pude y bueno, más o menos patiné algún kilómetro que otro con esta chica.

Pero entre que yo era un paquete patinando, y que ella estaba aprendiendo, nos emocionamos mucho en una cuesta abajo y yo estuve a punto de matarme (conseguí no caerme), pero ella no tuvo la misma suerte. No consiguió controlar el equilibrio y terminó por los suelos. No parecía nada grave, así que la levantamos y la sentamos en un banquito.

-¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-Nada, has perdido el equilibrio en la cuesta abajo, yo casi me mato también. No tienes más que rasguños en el codo y en las manos, tranquila. No parece nada grave. ¿Te duele la cabeza o algo?
-No, no me duele nada. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-… er… has perdido el equilibrio cuesta abajo. ¿Estás bien?
-Sí. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo me he caído?
-… what the fuuuuck!?

Yo pensaba que esto de las pérdidas de memoria eran cosas de las pelis, pero en aquél momento se me pusieron de corbata. Aproximadamente cada 40 segundos, esta chica preguntaba lo mismo una y otra vez. Se le olvidaba todo lo que había pasado desde la caída.

La acercamos ipso-puto-facto a la clínica más cercana, a Urgencias. La espera se me hizo larguísima porque seguía preguntando lo mismo cada 40 segundos y yo no sabía cómo manejar la situación más allá de responderle lo mismo una y otra vez. Cuando entramos, le curaron las heridas, le hicieron un par de pruebas chorras y «pa casa, que esto es normal, en un rato se le pasa, es del shock del susto de haberse caído».

Eso sí, nos advirtieron que, a pesar de no tener golpes notables en la cabeza, si le entraba mucho sueño o le dolía la cabeza, al hospital urgentemente. MUCHAS GRACIAS, DOCTOR, ME DEJA USTED MÁS TRANQUILO.

Nos sentamos en una terracita cercana a tomar algo, pero la cosa no mejoraba. Incluso grabé un vídeo para que ella misma se viera preguntando lo mismo cada 40 segundos cuando se le pasara la movida. Aún hoy, lo miro y sigo flipando. Pasaba el tiempo y no mejoraba, así que fuimos a mi casa para que descansara un rato.

Ya en casa le expliqué que estaba en bucle, que parecía que por el susto de la caída tenía un shock y que preguntaba lo mismo todo el rato. Pero no mejoraba. Se le olvidaba y volvía a preguntar. Y empezó a dolerle la cabeza, así que salimos corriendo al hospital (el Gregorio Marañón, creo recordar). Y aquí es donde viene la parte de la historia que me impulsó a escribir sobre el tema.

Después de la interminable espera de rigor en la que no conseguí contactar con ningún familiar, nos llamaron para entrar a la consulta. Imaginaos la escena: una chica joven y guapa con un par de vendajes en los brazos y en las manos que no sabe decir lo que le pasa (porque no se acuerda) y un maromo con pinta de bestia (yo), camiseta sin mangas, tatuaje macarra… explicando todo el tema. Recuerdo que el médico (un chaval joven) me miraba con cara de «pero qué me estás contando» y llamó a un par de enfermeras para endurecer un poco el cuestionario. Yo tardé un poco en darme cuenta de que no me estaban creyendo y que lo más probable era que pensaban que yo era un maltratador que no estaba dejando hablar a la chavala. Fue un momento realmente incómodo.

-¿Me puedes contar otra vez lo que ha pasado?
-Sí, mira, estábamos patinando…
-¿Te importa dejar que ella lo cuente?
-Er… claro, pero es que no recuerda nada. De hecho, por eso estamos aquí.
-No importa, que lo explique ella.

Y claro, ella me miraba a mí, luego miraba al médico y a las enfermeras y después agachaba la cabeza. El personal sanitario cada vez me miraba peor. Yo les enseñé los papeles de la primera clínica a la que fuimos, junto al Madrid Río. Lástima que me dejé los patines en casa, para habérselos enseñado también. Pero no les ablandó el semblante, me sentí real e injustamente acusado. Ya sabiendo de qué iba el rollo, les expliqué que no tenía problema en salir y dejarles a solas con ella para que le volvieran a preguntar. Más que nada porque aquello se estaba extendiendo más de lo que me hubiera gustado, pero ya no por mí, sino porque la pobre estaba en su espiral interminable de confusión y yo estaba aterrorizado por no saber si era algo temporal o permanente.

El caso es que me quedé ahí mientras que apareció un biombo que nos separaba físicamente. Le hicieron algunas pruebas a metro y medio escaso de mí con aquella tela blanca de por medio. De vez en cuando, una enfermera se asomaba, miraba hacia donde estaba yo y me ponía cara de «ya te vale, hijo de puta».

Pasó el tiempo y al final resultó que SÍ se había dado un golpe en la cabeza. Pero se lo dio justo donde tenía el pelo recogido con una goma, y por eso no había herida o chichón evidente. Por suerte lo detectaron e hicieron las pruebas correspondientes. Realmente no era grave, no había ningún tipo de herida interna ni externa, solo una pequeña conmoción.

Cuando salimos, conseguí contactar con su madre que se pasó a recogerla. Le conté toda la historia y las dos se quedaron tranquilas. Unos días después, le pasé el vídeo que había grabado y flipó muy fuerte.

Gracias a $deity, la cosa quedó en un sustazo y una anécdota que contar. Lo que quiero hacer notar con toda esta historia es que sí, yo me sentí atacado. Me confundieron con un maltratador, o un violador, o yo qué sé. Pero creo que eso no es lo importante.

Cuando cuento la historia, muchos machos se indignan diciendo que por qué tengo que quedar yo como un maltratador encima de que le estoy haciendo el favor de llevarla yo al hospital y cosas así. Que si las denuncias falsas, que si lo malas que son algunas mujeres, que si pagamos justos por pecadores.

Yo, sin embargo, lo comprendo. Y, de hecho, me alegro de que el personal médico desconfíe así en estos casos. Lo que tiene que haber visto esa gente para haber dado por hecho en aquél momento lo que dieron por hecho. Mi pequeña «indignación» dio paso al asco más absoluto al darme cuenta de aquella realidad tan jodida.

Stitch

Cuántas mujeres maltratadas pasarán por urgencias sin que les dejen mediar palabra sus novios/maridos o lo que sea. Ojalá la justicia fuera tan empática como aquél médico y aquellas enfermeras. Ojalá, en definitiva, no se hubiera tenido que llegar a esto.